Se dice que a los 13 años cualquier joven se impresiona de
todo lo nuevo, sobre todo cuando apenas sale de la educación básica y accede
por primera vez a los estudios del bachillerato, que en aquellos años pasaba de
ser de 5 años a 6 años, para completar 12 grados previos a la universidad.
El caso es que el conocer a Vasily Alexándrovich
Sujomlinsky era como para impresionar a cualquiera y a cualquier edad. Con
sus 48 años era un hombre aun
relativamente joven, pero con secuelas de sus heridas de guerra que le habían
atormentado veinte años, se podía adivinar que moriría prematuramente, como le
sucedió 4 años más tarde.
El caso es que
llegó a escribir casi 30 libros y más de 400 artículos, todos sobre la
enseñanza en general, pero algunos muy especiales sobre la enseñanza del
ajedrez.
Su sentencia
más notable, que hoy se le denomina “La paradoja de Sujomlinsky” es:
“No es
función de la escuela enseñar a los niños; su obligación estriba en enseñarles
a estudiar ya que deben ser los niños quienes por sí mismos vayan aprendiendo”
Para Vasily
Alexandrovich, la única forma posible de enseñanza es la que se apoya en el
hecho de la infancia y en las vivencias de los niños. Debemos enseñar viviendo,
descubriendo la realidad con ellos, jugando, divirtiéndonos, tal como el niño
quiere vivir. Sólo así logramos seres satisfechos, felices, que van a la
escuela con alegría porque en ella se encuentran a sí mismos ya que pueden ser
lo que realmente son: niños.
Incluso la
disciplina, necesaria para muchas cosas, se enseña con vivencias, jugando. La “Paradoja Sujomlinski”, o sea, el enseñar
a estudiar, más que enseñar conocimientos, no se puede aplicar en clases
personales con un solo alumno, tiene que ser en grupos, aunque sean muy
pequeños, de dos o tres alumnos, no de uno con uno, pues se lleva a cabo en una
atmósfera general de laboriosidad y superación que estimula la propia actividad
infantil. Campos de Tensión le llamaba.
Ir no en busca de individualismos sino de individualides. Esta atmósfera
sólo se logra en la colectividad y busca
la personalización educativa a través de un ambiente colectivista y de grupo
compacto.
En el
ajedrez el entrenador da las bases los métodos y debe ponerse a analizar
posiciones y orientar nada mas como hacerlo. El trabajo es más arduo pues es
como el productor de una película que debe poner todas las condiciones necesarias
al creador del filme, por lo que debe tener una visión de hacia donde irán los
alumnos en sus “descubrimientos”, para que tengan a la mano todo y su ritmo de
aprendizaje no cambie. Como todo ese ritmo viene de su naturaleza y esta es
propia de cada alumno y se conjuga en un ritmo de grupo, el entrenador debe
poder anticipar como mantener ese ritmo.
Sujomlinski
huía de toda aquella educación que no se adecua al ritmo personal del alumno.
Sabe que algunos ascienden rápido y otros no tanto, pero se debe mantener un
grado de tensión para estimularlos a salir de su zona de comodidad.
Estudiar
ajedrez es divertirse, pero con una medida natural que marcará la personalidad
de cada alumno y luego del conjunto.
El maestro
debe tener todo el material listo para que trabajen los alumnos, y evitar
lagunas o actividades sin sistema. Llenar cuadernos de trabajo y no jugar blitz
a menos que sea con sistema. Así se mantiene un trabajo divertido, y no se cae
en la diversión desorganizada. Es práctica deliberada que se apoya en la
diversión para mantener motivado al alumno, pues la enseñanza debe ser
deliberada, atractiva y cuidada. Claro que debe ser flexible para que se encuentre el ritmo
adecuado y no hacer al ritmo adecuarse a la enseñanza.
Para una
clase de ajedrez preescolar necesita una cantidad de material y cuadernos de
trabajo que triplican el necesario para otros niveles. Elaborar material para
ajedrecistas de alto rendimiento me parece fácil, pero para elaborar material
para clases de ajedrez en etapa preescolar me ha llevado años y nunca se siente
uno satisfecho, y tiene uno que hacer y rehacer, porque ahí el ritmo puede
cambiar tanto de velocidad que es muy arduo estar preparado para todo.
Sujomlinski
utilizaba una denominación a su estilo de escuela que podría traducirse como
escuela de la Alegría y en la Escuela de la Alegría nadie es reprobado ni se
pretende que todos logren buenas notas; las calificaciones, como dijo alguna
vez Montessori, sirven para hacer distingos entre los niños y para desmotivar a
aquellos que no obtienen las mejores notas. Pero si se requieren los
diagnósticos, pero deben ser muy sutiles. Ahí está una dificultad muy
importante. Evaluar a los alumnos sin desmotivarlos pero también sin que
levanten las campanas a vuelo.
En el
ajedrez es de lo más difícil pues es parte de la vida del ajedrecista la
competencia, la confrontación, por lo que desde el principio hay que orientar a
los alumnos a que traten al triunfo y a la derrota como a dos impostores, que
lo que importa es dar un paso adelante y eso es necesario que se den cuenta a
una edad muy temprana, por eso quizás la etapa de los torneos debe ser
postergada en los niños hasta mas allá de los 10 años, pues las estadísticas
muestran que la gran mayoría de los niños que compiten antes de esa edad, ya
para los 20 años de edad han abandonado las competencias de ajedrez. Incluso
profesionales como las Polgar y Kasparov se retiran prematuramente del ajedrez.
Recuerdo los casos de niños prodigio como Salvatore Matera, James Tarjan,
Kenneth Rogoff, a quienes se les acumularon tantos años de competencias que los
motivo a pasar a otras actividades. A veces lo mejor es establecer pausas en la
vida de las competencias para poder reformularse y posteriormente regresar con
nuevos bríos, como Henrique Da Costa Mecking y muchos otros ejemplos, que
regresan al ajedrez tras pausas voluntarias u obligadas, como Lasker que de
1924 a 1934 casi dejó de jugar y en 1935 y 1936 logró éxitos enormes, después
de ser sexagenario.