En los círculos de ajedrez de
Rusia mucho se hace la broma de que se práctica tanto el ajedrez porque al ruso
le gusta sufrir. Si no está en medio de una vida casi infernal, con obstáculos
y adversidades, no está contento.
A muchas nacionales se les
atribuyen cosas raras. A los iberoamericanos, sobre todo a los de la parte
caribeña se nos tilda de flojos, apuntando principalmente a mexicanos y
cubanos. Ya Marx pensaba eso de los cubanos.
Ayer no solo cumplía años Fidel
Hipolito, o Alejandro, ni era un aniversario más de la caída de Tenochtitlan,
que hay quien la celebre y quien la lloré; sino también de una carta curiosa de
Marx, el 13 de agosto de 1866, al
pretendiente de su hija Laura, al cubano
Paul Lafargue:
“La observación me ha demostrado
que usted no es trabajador por naturaleza, pese a su buena voluntad y sus
accesos de actividad febril”.
También le reprochaba su ardor
criollo, con las siguientes palabras:
“A mi juicio, el amor verdadero
se manifiesta en la reserva, la modestia e incluso la timidez del amante ante
su ídolo, y no en la libertad de la pasión y las manifestaciones de una
familiaridad precoz. Si usted defiende su temperamento criollo, es mi deber
interponer mi razón entre ese temperamento y mi hija”.
Pero regresando a los rusos,
gustosos de sufrir y del acicate del frío, según algunos, pues de otra manera
se duermen. Ya al inicio del régimen soviético la tarea básica era poner a
trabajar a la gente, si no hay que observar lo que Trotsky dijo en 1920:
“Hay que decir a los obreros el
lugar que deben ocupar, desplazándolos y dirigiéndolos como si fuesen soldados…
La obligación de trabajar alcanza su más alto grado de intensidad durante la
transición del capitalismo al socialismo… Los ‘desertores’ del trabajo deberán
ser incorporados a batallones disciplinarios enviados a campos de
concentración” (…) “La militarización es impensable sin la militarización de
los sindicatos como tales, sin el establecimiento de un régimen en el que cada
trabajador se considere como un soldado del trabajo, que no puede disponer
libremente de sí mismo; si recibe una orden de traslado, debe ejecutarla; si no
la ejecuta será un desertor y castigado en consecuencia. ¿Y quién se cuidará de
esto? El sindicato. El sindicato crea el nuevo régimen. Es la militarización de
la clase obrera”
Cuando Trotsky visitó México y
observó como la Revolución Mexicana se había institucionalizado, seguramente
pudo atestiguar como los sindicatos mexicanos promovían el trabajo y sus
dirigentes ponían la muestra.
Por su parte Lafargue, el cubano
de quien hablaba al principio, defendió el ; “derecho a la pereza”. (ver El
derecho a la pereza de Paul Lafargue; Editorial Fundamentos,
Madrid, 1991 por si no me lo creen).
Paul Lafargue logró casarse con Laura Marx
el 2 de abril de 1868 y vivieron con una actividad política continua en Francia
y en España, después de 43 años de matrimonio se suicidaron el 26 de noviembre de 1911. Habían ido al
cine en París toda la tarde, luego a tomar pastelillos. Su carta de despedida
decía:
“Sano de cuerpo y espíritu, me
doy muerte antes de que la implacable vejez, que me ha quitado uno tras otro
los placeres y los goces de la existencia, y me ha despojado de mis fuerzas
físicas e intelectuales, paralice mi energía y acabe con mi voluntad,
convirtiéndome en una carga para mí mismo y para los demás. Desde hace años me
he prometido no sobrepasar los setenta años; he fijado la época del año para mi
marcha de esta vida, y preparado el modo de ejecutar mi decisión: un inyección
hipodérmica de ácido cianhídrico. Muero con la suprema alegría de tener la
certeza de que muy pronto triunfará la causa a la que me he entregado desde
hace cuarenta y cinco años”
Lo del derecho a la pereza es
realmente algo muy serio, porque debe considerarse que 2500 de millones
trabajan durísimo por sólo dos dólares diarios, mientras que en México hay
quien tiene una fortuna que tomaría a esas 2500 millones de personas juntas varias
décadas reunir.
El derecho a la pereza es más
bien derecho al tiempo libre para desarrollar un ocio productivo. Un ocio
negocio, un disfrutar de los tiempos no laborables para cultivar el espíritu.
Pero no hay que confundirse y no caer en la pereza en nuestros ratos libres. El
dolce far niente. La idea es que hay que
esforzarse en la ocupación del tiempo libre.
Los soviéticos entendían eso,
pues habían observado, eran expertos en hacer observaciones, que quien empleaba
su tiempo libre en cosas que construían su espíritu, cuerpo y mente, rendían más en el tiempo
laboral, se enfermaban menos y reducían su ingestión de vodka.
Entonces emprendieron una lucha
frontal contra la pereza en las disciplinas en que los soviéticos empleaban su
tiempo libre, y el ajedrez no podía ser la excepción. Los maestros de ajedrez,
los líderes morales del movimiento ajedrecístico debían ser ejemplo. En su
estatus semi profesional, dedicados casi completamente al ajedrez deberían ser
la muestra de un trabajador laborioso e incansable.
Se hicieron expedientes para
anotar que realmente se esforzarán y no mostrarán el menor signo de pereza.
Entrenadores debían tener expedientes cuidadosos y detallados sobre los niños
que asistían a las clases y detectar a los que parecían tener más disposición
al esfuerzo.
Los trabajos de los sicólogos soviéticos
y los técnicos en eficiencia humana y motivación para el trabajo se mantuvieron
en secreto y solo al acceso de unos cuantos, pero sus doctrinas eran permeadas
hacia los entrenadores de ajedrez para que lograsen sus pupilos los excelentes
resultados que daban elementos a la propaganda soviética para impresionar al
mundo y desmentir a los detractores.
La planeación que hacían para
establecer métodos de motivación, hacen ver a Goebbels como bebe de pecho, pues
el desarrollo en esa área tuvo logros masivos en lo que se trata de empujar a
las personas a sacrificarse hasta la muerte.
El ajedrez como una de las
expresiones de la cultura soviética tuvo todo de eso, pero los planificadores
soviéticos a veces quedaron a la zaga del ingenio de los ajedrecistas y muchos
lograron engañarlos haciéndoles creer que eran activos trabajadores del ajedrez.
¿Realmente trabajaban o no? Difícil
de establecer en un país, como la URSS en que había la doctrina Vyshinski.
Según Vyshinski, el hombre nunca tiene la posibilidad de establecer la verdad
absoluta, sino sólo la relativa.
Estos lodos vienen de aquellos
polvos, y aún hoy en Rusia existen perezosos a quienes les va muy bien.
El caso es que muchos dizque
laboraban analizando partidas y haciendo estudios de ajedrez para ganar. Pero a
veces los entrenadores cometían errores y se perdían partidas. Luego vino
Fischer y les quitó el cetro mundial.
Detrás de muchas grandes derrotas
sólo hay eso: una enorme, una monstruosa pereza.
La respuesta a preguntas como ¿Por
qué pierdo en ajedrez? Pueden tener una simple respuesta: Por Pereza.
Pero recuerden, esa solo puede
ser una verdad relativa, según Vyshinski.
Los métodos de la lucha soviética
contra la pereza en ajedrez es fuente de donde mucho se puede aprender, pero el
hilo de Ariadna para ese laberinto está muy endeble por el paso del tiempo y
francamente, a veces me da pereza…