Uno de los jugadores iberoamericanos más talentosos de la
primera mitad del siglo XX se retira prematuramente del ajedrez, apenas
cumplidos los 21 años de edad, sin aparente razón, para luego, en medio de la
bruma de la noche de los tiempos, se dan explicaciones sin evidencias.
La historia continuamente se rescribe por necesidad a la luz
de documentaciones poco asequibles otrora, que repentinamente van apareciendo
en los años actuales donde poco se puede ocultar a las miradas de millones de
escrutadores de la internet.
En la avalancha de datos que van apareciendo al desbordar
los cajones que antaño estaban a disposición de unos cuantos y que hoy día
parece deporte el querer destapar para cambiar páginas respetadas y que todos
revisan irrespetuosamente, queriendo redescubrir días pasados y alumbrarlos de
nuevo para buscar sorpresas que entretengan a los ambiciosos cazadores de
documentos que destruyan mitos.
Emails vuelan por todos lados, festejando el dato escondido
que sale al escrutinio para goce de los que tratan a las descripciones
históricas reconocidas como enmascarados a los que hay que quitar la careta,
como signo de que lo establecido es una fabricación.
Los muertos nos hablan a través de los documentos que se van
revelando y el trabajo de los que pretenden ser historiadores se vuelve cada
vez más pesado. Si antes el problema era localizar datos, ahora lo arduo está
en saberlos cruzar para poner en su sitio lo razonable y lo improbable.
Antes los eventos los mediamos con documentos que relataban
semanas, y ahora los márgenes se van imponiendo en medidas de días y pronto se
podrán reconstruir sucesos en métrica de horas.
Antes los problemas de comunicación hacían que los cronistas
marcasen sus relatos con cronologías de semanas y hubo quienes tomaban
decisiones con informaciones que tenían meses de atrasos. Hubo combates que se
libraron entre adversarios cuyas naciones ya habían firmado la paz semanas
antes.
Hoy las noticias son al minuto y la toma de decisiones
adecuada requiere de información actualizada en segundos. A mayor rapidez de acceso,
el poder se incrementa y el retraso en obtener la información significa costos
de miles de dólares.
De repente encuentro un documento sobre el misterio de Torre
y una hora después surge otro que modifica la opinión que había creado el
anterior. No hay más marca de límite de acopio de documentos más que el que uno
se fije, pero eso implica un riesgo.
Creí tener ya todo el escenario y de pronto me encuentro un
oscuro reportaje de un pequeño periódico del Chicago de 1926, de no más de 8
mil ejemplares de tiraje que cambia lo observado en una centena de documentos.
¿Cómo pasarlo por alto sin una investigación seria sobre la fuente y el autor?
La tarea parece interminable y esa nueva luz arroja oscuridad en lugares que
parecían ya estar iluminados.
Por eso proliferan las novelas históricas, como licencia
para un historiador que está seguro de entender el suceso, pero que sin la
evidencia contundente sería tildado de especulador si lo etiqueta como crónica
histórica. Tal vez la biografía del GM Carlos Torre Repetto siga a nivel de
novela, como optó alguna vez el Lic. Filiberto Terrazas con su “Aguila que Cae”,
o termine sólo como recopilación de partidas de ajedrez como fueron las obras
del Dr. De la Cruz o del Dr. Vargas, mi abuelo.
¿Se podrá mostrar algún día la verdadera historia del retiro
del GM Torre?
Se merece, como decía Antonio Machado, su mármol y su poeta.