19 dic 2010

Crónicas de Fontanka 1.




Después de un largo silencio, reanudo con apuntes tomados en este casi un mes de no explayarme en mi blog, con una serie que he llamado “Crónicas de Fontanka”, ya que aquí en el “Arkadia”, en la calle Moyski, a unos pasos del famoso e histórico club de “Taleòn”, del que ya alguna vez había escrito ampliamente, me decidí a poner en orden muchas notas sueltas de las últimas semanas.
A veces es necesaria una gran distancia para digerir algunas cosas. Ahora con los Wilkileaks hay demasiada información suelta por Internet, y ya hay que tener cuidado en que poner o no, incluso en los blogs, pues parece que los interesados en que algunas cosas estén ocultas están dispuestos a todo.
He recibido muchos email preguntándome del Festival de Ajedrez de la UNAM y como la información era muy abundante, me había hecho la determinación de no escribir nada antes de que llegase 2011, pues hay muchas cosas que examinar, muchos datos que procesar y más asuntos que reflexionar.
Por lo pronto, tenía que examinar 500 gigas que recibí en un HDD externo, con un mensajero que venía desde la ahora no lejana Ucrania con tan abundante material de ajedrez. Nada mas hojear los archivos en Dejavu de años completos de “Ajedrez” de Riga, de 1962 a 1994 o algunos años que me faltaban de “64”, principalmente los de los años entre 1993 a 2001; o los apuntes en mimeógrafo del entrenador Chebanenko de Moldavia, pasados a PDF, requerían horas de examen y organización con el material relacionado que ya poseía. En particular me llamaba la atención una gran colección de libros que un aficionado al ajedrez donó a la Universidad de Harvard y que de alguna manera fue digitalizada y llegó a manos de aficionados rusos al intercambio de libros de ajedrez en formato PDF. Por supuesto que me llamó mucho la atención saber de ese mecenas y me he prometido averiguar más de su vida, ahora que estoy gozando de las copias de una colección de libros que, seguramente, le tomó años reunir.
Siempre me he sentido identificado con aquellos seres que se hablan de tú con los ratones. Prácticamente me crié en una biblioteca de libros viejos y mis campos de juegos preferidos eran los viejos estantes de madera crujiente que escalaba continuamente tratando de hallar un libro de ajedrez que no hubiese visto antes o algún volumen de historia. Casi a diario aquella desorganizada biblioteca me daba una sorpresa agradable. Mi abuelo fue sorprendido por la muerte cuando se mudaba y su enorme biblioteca quedó dividida en dos partes, una en la casa nueva, donde en visitas a la abuela tuve muchas oportunidades de deambular también, y otra en mi casa, con los libros que de alguna manera eran de la segunda mitad. La tarea de reunir las dos partes de la biblioteca era tan complicada que aun 20 años después de la muerte de mi abuelo, no se lograron juntar. De hecho jamás se juntaron, excepto la mayoría de los que trataban un tema: el ajedrez.
El caso es que me siento unido con todos los bibliómanos del mundo, de aquellos que como yo, estando de turistas en París, prefieren comprar un libro que irse a cenar y viven como pobres aun con la cartera bien surtida, pues siempre priorizan un libro viejo que tomar un taxi, o dormir en hotel de más estrellas que las dos que tenía Patton cuando recorría Francia.
Claro que la nueva era del PDF y el Dejavu nos tiene pasmados y ahora grandes paquetes de DVDs contienen todos aquellos libros que nunca pudimos comprar y, se nos hacen pocos…
Ayer, en el “Havana Club” de Moskovsky pr 24, me platicaban como unos aficionados al ajedrez se organizaban para avisarse cuando un nuevo libro de ajedrez llegaba a una librería de Vyborg y uno de ellos tomaba el libro, para que nadie mas se lo llevara y esperaba a que el grupo juntase el dinero para comprarlo. Luego salían con él y se organizaba el trabajo de copiarlo a mano. Cuando llegó la era de la fotocopia, tras el derrumbe de la URSS, los copistas se modernizaron, pero ahora el grupo es un club ya con más de 25 años de formado, cuya mayoría de elementos son viejos resabiosos como yo y que ahora se dividen el trabajo para rastrear libros nuevos por Internet y cada tarde comparten archivos. Su promedio: 8 libros de ajedrez diarios. Su colección, tras tantos años de trabajar unidos en tan extraña afición de coleccionar libros, no siempre de estudiarlos, ya suma más de 19 500. Estaban maravillados cuando desde mi notebook les pase en un día 300 libros que no tenían, mientras ellos sólo lograron compartirme 176 que yo no tuviese en ruso, pues no acepte en la contabilidad que me pasasen libros en estoniano. Ya sería el colmo coleccionar libros en todos los idiomas, aunque de un sitio uruguayo bajé unos diez libros en polaco, que aunque se parece mucho al ruso, desde que recibí varios años de Szachy que los maestros internacionales Pytel y Filipowicz me enviaban, nunca me fue fácil de traducir. De hecho tengo diez pdfs de una revista turca de 2010, que ni siquiera he hecho el intento de ver más allá de las fotos.
El caso es que dudé mucho tiempo en que escribir o no escribir en el blog. Por supuesto que hay cosas que uno, si las sabe, no debe callarlas so pena de ser cómplice de alguna manera; pero entonces la pregunta ¿De veràs sabemos tales cosas? ¿Y si supiéramos que son ciertas, no es mejor seguir el cauce legal que simplemente denunciarlas en un blog?
Guardadas las proporciones, pensando en los “wilkileacasos”, recordé lo del “Yo acuso” de Emile Zola respecto al caso Dreyfuss. El alboroto que se armó, las cosas que paso Zola, defendiendo a aquel que se pensaba había sido mandado a la Isla del Diablo por discriminación. Lo curioso, es que ahora muchos historiadores afirman que Dreyfuss si era realmente culpable y no aquel Esterhazy a quien luego le cargaron la culpa.
También me acuerdo del “Yo Acuso” que el GM Rudolf Spielman hizo contra Alekhine, a principios de la década de los 1930s, antes de que Hitler tomase el poder en Alemania, tildándo al moscovita de antisemitismo, algo que sería normal diez años más tarde, cuando el campeón mundial de ajedrez escribió en la prensa, obligado o no, aquellos artículos que serían objeto del repudio al triunfo de los aliados y que hoy día los rusos tratan a toda costa de demostrar que no fueron de la autoría de Alekhine, mientras que algunos historiadores sostienen que Stalin pudo mandar a ejecutarlo en Lisboa para evitar que un ruso blanco siguiese siendo el campeón mundial de ajedrez.
El caso es que mi afición a la historia me ha acostumbrado a cruzar la información varias veces, sobre todo en temas mexicanos, pues hasta en hechos recientes se tergiversan las fechas y los números. Un ejemplo es que el Campeonato Nacional Abierto de 2010, le ponen 57, cuando contando uno a uno, a mi me salen 58. Y miren que yo empece a participar en el 16, en 1968 y conservo, en PDF, las convocatorias de, al menos, 20 campeonatos nacionales abiertos, y hasta 1989, la cuenta era clara, pero por esos años repitieron los números, y ahora no hay quien se ponga de acuerdo.
El caso es que ya he revisado los 500 gigas del material que recibí de Ucrania, y ya he revisado muchos informes y datos de festivalitos y festivalotes. Se acercan las vacaciones decembrinas, estamos en pleno maratón Guadalupe Reyes, y tal vez pueda escribir más en este algo abandonado blog, pues no había tenido más que el tiempo mínimo para atender mis clases. Debo decir que mucho me ayudará en mis clases tan enorme material y eso me anima, a esconderme del frío aquí en el Arkadia y ya aquí el trabajo es de pocas horas al día y pronto podre emigrar al sur, como ya todas las aves de Fontanka parecen haberlo hecho, excepto algunas tenaces refugiadas en las almenas de Pedro-Pablo, que muestran una resistencia que no había visto yo nunca, o tal vez sean de un tipo de golondrinas del Artico y crean que aquí es el sur.
Como mucho de lo que pienso escribir en los próximos días se basa en notas que hice en Fontanka, aunque abandone esta especie de Isla y vaya a otro lar más meridional, este año me determiné hacer todas mis notas como parte de esta serie de “Crónicas de Fontanka”. Pensé ponerle “Crónicas del Havana Club del Ladoga”, pero sonaba muy etílico y yo más que a tomar, voy a oír música caribeña. Aunque si ven su web: www.havana-club.ru verán que tocan más música del portorriqueño Ricky Martin que de músicos cubanos. Incluso me pareció ver a un cantinero “inyectando” a una botella de “Havana Club”, y me explicaba que era porque quería prevenirla de que se resfriara, porque en la madrugada hubo menos 27 grados celssius. Pero a una botella de Chivas Regal si seguro la trataban de algo grande, pues le estaban dando tremenda transfusión…
El caso es que con el internet está uno cerca de todos y de todos lados. Desde el “Arkadia” mandé clases a lugares, me imagino igual de fríos, como Puerto Natales, al otro lado del mundo, pues están casi a los mismos grados de latitud, nada más que aquí de latitud norte y allá de latitud norte.
En la mañana vi las partidas jugadas en Mérida, Yucatán y me acordaba cuando llegaba agotado de calor a la oficina de mi buen amigo Hugo Balam y lo acompañaba a sus refrigeradores, con temperaturas que seguramente son menos frías que las de aquí afuera. El caso es que de Mérida me pase de un teclazo a Londres y luego de otro a Moscú a ver partidas. Pensé cerrar luego el internet y tomar el metro a Strelna a jugar blitz, pero se me hizo absurdo y preferí examinar las partidas de un nuevo alumno de Perú. Lo siguiente fue revisar un libro de 1839, en PDF por supuesto, y leer un libro sobre la evolución del armamento naval, mientras escuchaba un mp3 de melodías de Manuel M. Ponce. Cheque unos datos de unos correos de Tapachula y luego me puse a escribir este blog. Ya pronto será domingo en Mérida y me imaginé de aquellos días de las misas en Santiago y la cochinita pibil. Por lo menos aquí hay un “Santiago sobor”.
Parece ser que las crónicas de Fontanka serán kafkianas. Pero en la dos, prometo hablar más de ajedrez y de algunas ideas que un gran maestro me cocinó en el “Havana Club”.