Recientemente se me propuso el escribir un libro sobre la
historia del ajedrez en México debido a que los que habían sido publicados
sobre ese tema presentaban enormes divergencias entre si y muchos datos y afirmaciones
se prestaban a controversias.
Claro que no podría de ser de otra manera ya que los
mencionados textos habían sido elaborados por personas que en su tiempo de
publicarse aspiraban a puestos federativos y su principal interés era resaltar
su papel en el desarrollo del ajedrez en México.
Afortunadamente eran ediciones de muy pocos ejemplares y
poca huella dejaron en el medio mexicano, pero a veces han sido usados como
referencia para artículos y publicaciones.
Muchas falacias han sido escritas sobre los jugadores mexicanos
más notables, siendo la principal víctima la biografía del GM Carlos Torre
Repetto que parece que a muchos satisface explicar su temprano retiro del
ajedrez a una enfermedad mental y no ahondan en la verdadera raíz del problema.
La causa de la causa es la causa de lo causado, reza un proverbio jurídico. Si
algún desequilibrio presentó alguna vez el GM Torre Repetto debió buscarse una
explicación más lógica que una súbita locura. Pendiente esta la investigación
de lo que realmente pasó al finalizar el Torneo Internacional de Chicago 1926 y
lo que sucedió allí que provocó el retiro del ajedrez del GM Carlos Torre
Repetto.
Las biografías de los campeones de México de origen cubano
como son Don Andrés Clemente Vazquez y Don Manuel Marquez Sterling Loret de
Mola son ampliamente conocidas fuera del ajedrez, pero dentro del medio es poco
lo que de ellos se sabe, lo que debiera parecer natural debido a que se
destacaron en el ajedrez mexicano del siglo decimonónico y hay una
prevaleciente ignorancia en muchos ajedrecistas sobre el ajedrez mexicano
anterior a las dos últimas décadas del siglo XX y para la mayoría de más allá
de cinco años atrás.
Cada vez que alguien fallece, aparece alguien que escribe
que el fallecido fue campeón nacional, lo mismo si lo entrevistan en algún
medio de comunicación. Así tenemos varios jugadores que han sido campeones
nacionales el mismo año. Hay unos que incluso se ostentan como campeones de los
Estados Unidos y parece raro, pero entre los niños hay uno que otro que los
periodistas le adjudican el título de campeón mundial de aquella u otra categoría.
Claro que con tantos campeonatos mundiales infantiles
abiertos que se realizan cada año, es muy posible que haya una decena o más de
titulados por categoría. Ahora que la FIDE en su avidez de captar recursos va a
establecer campeonatos mundiales a varias velocidades, es de esperarse que una
treintena de personas ganen algún tipo de campeonato mundial en 2013, que para
eso los hay de todos gustos.
En el ajedrez internacional priva la desinformación, y en el
de México esta se une a la ignorancia y a la mala intención histórica, pues
cada cacique local del ajedrez trata de sacar dinero de cualquier forma al
virrey estatal del deporte, aprovechando cualquier debilidad en preparación o
cultura que este tenga, ya que por lo general ignoran completamente lo que
sucede en ajedrez, pues identifican al deporte con una mezcla de mucho músculo
y poco intelecto, lo que los hace sospechar de todo aquel que ve su felicidad
en pensar, pecado imperdonable en el ámbito donde se reparten los presupuestos
en la parte del Circo de aquella manera romana de gobernar de Pan y Circo.
En Cuba se aplicaba, herencia española mutua con México,
aquello de las tres “Bs”, Baile, Botella y Baraja. Pero aquí a falta de baraja
tenemos más lo de “Deporte”, por lo general futbol. En lo que toca al baile, si
es con las bandas si se nos da. El caso es que basta leer una crónica de
cualquier entidad y abundan los títulos falsos de campeones nacionales, que no
se escatiman a los niños desde los 6 años hasta niños de 35 años que aun
esperan que los apoyen en sus entidades en sus juveniles aspiraciones de
superación.
Aunque abunda la documentación sobre los últimos cien años
del ajedrez mexicano, parece que nadie la desea leer, para no tener el problema
de conciencia de tergiversar la historia a sabiendas y así poderla trucar
teniendo como disculpa a la mano la ignorancia.
Desde Tresguerras hasta Juárez, pasando por Hidalgo y
Quintana Roo, no hay personaje histórico mexicano que no haya tenido algo que
ver con el ajedrez y la historia de este en México es riquísima y debiera ser
interesante. Pero si poco o casi nada se difunde de la historia de México en lo
general, menos de la del ajedrez.
Habrá quienes gusten de pensar que la Emperatriz Carlota
Amalia Leopoldina era menos preparada e inteligente que su esposo, a pesar de
hablar cuatro idiomas más que él y de ganarle cada partida de ajedrez que
jugaron. Otros gustan de decir que Villa era un gran estratega y desprecian el
papel que un estudioso de la ciencia militar, exdirector de colegios militares,
tenía en sus victorias. A muchos llamaría la atención el saber que Juárez
contaba con guardaespaldas cubanos, o que la Flor de Nochebuena fue bautizada
con el nombre del embajador de Estados Unidos en México.
Si todavía se discute si el último emperador mexica fue
enterrado en Ixcateopan o en Chiapas, y si la profecía maya es profecía tolteca
u olmeca, y si el primer emperador de España no hablaba español, o el padre de
la democracia en América, Tomas Jefferson, tenía hijos esclavos; ¿cómo podrían
aclararse tanta falacias sobre Carlos Torre y los cientos de campeones de
ajedrez? Todo mundo tiene un primo campeón nacional.
Cada vez que doy una simultanea se aparece alguien que me
pregunta si conozco a su primo que era campeón nacional de ajedrez y al oír el
nombre y apellido del susodicho, no puedo contener mi cara de ¿What?, y para
disculparme y no herir innecesariamente al interlocutor, le achaco a mi mala
memoria el asunto y sólo acierto a decir: “Me suena conocido el nombre, pero
tengo tan mala memoria…”
Es malo que no haya un cronista del ajedrez mexicano, pero
más malo que haya mil.