En el Internet hay una
proliferación de trabajos escritos y aparecen, como en toda biblioteca de
cierta magnitud, muchos malos y muchos buenos. Pero como anteriormente costaba
mucho trabajo que le publicasen un libro, los que tenían fortuna personal o
algún mecenas, tenían más probabilidades, aun si no tenían nada de valor que
transmitir, de ser leídos que los que realmente si tenían una aportación
valiosa para los lectores.
De los libros publicados más
de la mitad no sobreviven a causa de su mala calidad y pasaron a los
cementerios de libros de algunas librerías de libros de medio uso.
En la red de Internet tienen
más facilidad de publicar los que conocen algo de computación que los autores
que saben escribir, tienen temas valiosos pero desconocen o no alcanzan a
comprender este nuevo mundo que el de la Internet.
Consecuencia: mucho de lo
que se publica en Internet, quizás más del 75% no solo no sirve, sino que al
desinformar puede ser perjudicial.
Los lectores de idioma castellano, sobre todo los que no
conocen mucho de inglés, corren otro peligro. Al usar los traductores en línea
pueden confundirse con las traducciones literales que no permiten que la idea o
el sentido de una frase que escribió el autor, llegue pura al lector por culpa
de una traducción muy mecanizada.
Decía el MI Novotelnov, que
era además de un connotado ajedrecista y varias veces campeón de Rusia, un
poeta sensible, que si una sola palabra de un poema podía ser sustituida, era
un mal poema.
El caso es que los
traductores on line tergiversan mucho las ideas plasmadas por los autores y
llegan al lector que ignora el idioma en que fueron escritas, totalmente
diferentes y ayudan a confundir más que a instruir.
El chiste que si al estudiar
libros uno comete errores, imagínense al leer artículos en Internet. Se topa
con todo tipo de basura y a veces hay muchas sorpresas.
Lo mismo pasa con
instructores, capacitadores y organizadores. Hay de todo y de muy diferentes
calidades. Enfrentamos a vendedores de falacias dentro y fuera del Internet que
son una verdadera amenaza. Si se dice que lo mas importante hoy en día es
aprender a aprender, saber como entrenarse, como realizar la práctica
deliberada, tendría que añadir el desarrollar un razonamiento crítico, pues hay
mucha información, pero debemos aprender ahora a como identificar lo bueno y lo
malo, más que en otras épocas, porque en Internet hay enormes cantidades de
información, muchas cosas malas, y muchas buenas, pero las malas van ganando en
cantidad, pues es más fácil producir lo malo y la Internet no discrimina y
preserva todo, como mal coleccionista.
Se acepta que la función de
la docencia en el mundo se ha visto modificada de manera casi global, ante la
presencia de las nuevas tecnologías. Ya los estudiantes, desde la educación
básica, recurren a Internet para
resolver dudas u obtener información, sin darse cuenta, subyugados por la magia de
lo visual, que en la mayoría de las ocasiones, no transita por el rigor de los
libros, que si hace décadas no evito totalmente que trascendiera lo malo, sin
ese rigor, la cosa es un vacilón.
Pero
las nuevas tecnologías como la Internet, con los dispositivos móviles y teléfonos
inteligentes, no son sino un recurso más, inadecuadamente vistos como un fin o
una solución a problemas educativos.
Más
bien crea nuevos problemas, pero hay maravillosas oportunidades también,
dependiendo de cómo se utilice.
Discutir
bizantinamente el tema de la apelación y no a las nuevas tecnologías, que están
ya, quiérase o no, o como dijera un “Talentoso” dirigente: “Haiga sido como haiga
sido, presentes en nuestra vida, ya parece absurdo, pues los estudiantes
apelarán a esas nuevas tecnologías independientemente de lo que estimemos sus
viejos mentores.
Sólo
queda tratar de fomentar el pensamiento crítico para que los “chamaquen”. Sino aprendan
separar lo malo de lo bueno, lo útil de lo inútil y lo relevante de lo
irrelevante.
Este
nuevo mundo educativo no ocurre
estrictamente porque existan las posibilidades materiales de las computadoras,
de las enciclomedias o porque aumenten los recursos físicos de infraestructura
en las escuelas, sino también por la manera que tenemos de comprender la
capacidad de su uso como herramienta para la búsqueda de datos, pero hay que
ser humildes con estas tecnologías y reconocer sus alcances, que no son para
educar, sino para proporcionar la información que, en última instancia,
podríamos o debiéramos emplear para enseñar a pensar, tarea original de la educación
y para lo que realmente sirve lo que
acopiamos.
En
temas de libros tengo muchos autores vetados unilateralmente por malos y que
trato de no leer ni por equivocación. Hay tanto para leer, que ya no podemos
darnos el lujo de leer libros buenos, sino sólo los mejores. Cada vez que veo
un muchacho con un libro de ajedrez de Schiller bajo el brazo y diciendo que
sabe todo sobre la apertura que trata el libro, me da pena de pensar que el
daño recibido puede ser tan irreversible que no se lo curará ni dedicándose a
estudiar partidas de Fischer un mes.
Según
la más reciente Encuesta en Hogares sobre Disponibilidad y uso de las
Tecnologías de la Información, realizada en 2010 por el Instituto Nacional de
Estadística y Geografía (INEGI), en México 38.9 millones de personas son
usuarios de una computadora, y 32.8 millones tiene acceso a Internet.
Aunque
hay que pensar que muchos usan el internet para chatear con un blackberry o
algún móvil, lo que está muy lejos de considerarse usar la Internet.
El
INEGI detalla que el sector que más utiliza la red se halla en el rango de edad
de 12 a 34 años, y que el 53.4 por ciento la utiliza con fines escolares, dato
un poco dudoso, pero en fin, lo cito sólo para apreciar la dimensión posible de
la situación.
Es
normal y aunque fuera perjudicial, que no lo sabemos, algo que no podemos
evitar ya, es que los niños ven en
pantalla lo que podrían leer en libros. Hay que aceptarlo y redirigirlo, no
evitarlo. Hay que actuar con los niños al estilo Pedro Paramo de la genial
novela de Juan Rulfo, cuando como potentado escucha que alguien quiere
rebelarse y cambiar, en lugar de enfrentarse directamente al cambio, les dice “¿Qué
necesitan, yo les ayudo?” Eso es control al estilo de cómo lo maneja Estados
Unidos el Internet. OK, no lo podemos evitar, pues nos unimos a los muchachos y
“los orientamos”. Entiendo que el problema no son las computadoras, por tener más
recursos pedagogicos que los libros mismos, son una bendición y puede ser la
clave para transformarle la vida a cualquiera.
Su uso es grave de acuerdo con el tipo de ejercicio reflexivo que exige
de los estudiantes el acudir a ellas o a los libros; el problema no es la
disponibilidad de la información, sino el procesamiento y potencialidades de
desarrollo cognitivo que tenga y esa es la parte donde los profesores y
entrenadores tenemos que hacer nuestra labor a la Pedro Paramo.
Es
mejor el Internet que la mejor biblioteca, ya que si para cumplir una tarea
casera que le dejaron en la escuela para desarrollar sus habilidades de
investigación y de discriminar información,
un estudiante es capaz de consultar tres o cinco fuentes en la web en un
lapso de 15 minutos, en lugar de consultar una sola impresa o cargarse de
libros y pasarse dos horas buscando las fuentes y solo entonces ponerse a
trabajar, es mejor que emplee la computadora, a que acuda a una biblioteca.
Lo
malo es que en Internet no hay bibliotecarios que te guíen, aunque en muchas
bibliotecas tampoco, y uno va a buscar totalmente ciego y es factible que más
frecuentemente que no, por ser más numerosas las malas fuentes que las buenas,
termine presa de una desinformación.
Cuando
vamos una farmacia y no encontramos lo que nos recetaron, a veces nos dejamos
guiar por el que atiende la farmacia, lo que es jugar a la ruleta rusa, pues
con suerte encontramos uno que sabe lo que un médico, pero en otras nos
encontraremos con un ignorante.
Como
hay mas ignorantes que médicos trabajando en farmacias, la recomendación es que
consulte al que tenga su título, que aunque muchas veces son de universidades
patito, al menos reduciremos al máximo el riesgo.
De
todos modos, en información el problema es el origen y el destino y no los
medios para conseguirlo. La tecnología
es una herramienta que manejan mejor los jóvenes que los adultos, y eso a causado que algunos estudiantes no
confíen en los viejos al estar sensibles que en algunas cosas saben más que sus
maestros, pasando por alto que hay cientos de cosas en que los viejos les
pueden transmitir enseñanzas valiosas.
Claro
que cuando los viejos entrenadores son conscientes de que sus alumnos los
superan en el campo de la informática, si están bien preparados, pueden recolocarse en relaciones más horizontales
para el aprendizaje y la enseñanza, lo que siempre es benéfico. Por eso digo “¡Gracias,
señor por la computación!”.