Así se hablaba del jovencito
de catorce años que maravillaba a los miembros del Club de Ajedrez de Nueva
Orleans, uno de los de más tradición de los Estados Unidos.
Ese jovencito de gran
talento era nada menos que Carlos Torre Repetto, que había emigrado desde
Yucatán con su familia para escapar de las amenazas de los esbirros del General
Huerta, que ya había hecho victima en 1913 a uno de los grandes amigos del
padre de Carlos, Egidio Torre, el insigne exgobernador de Yucatán y
Vicepresidente de la República José María Pino Suárez Cámara.
Don Egidio Torre era uno de
los más activos promotores de la revolución en Yucatán, y si al principio de
1911 pareciera que en la península la revolución triunfaba, la reacción crecía
entre las sombras de la intriga y se sucederían asesinatos contra los libre
pensadores más notables de la sociedad yucateca. Varios amigos de Don Egidio
desaparecían primero, para ser encontrados ejecutados después. Su hijo mayor,
Egidio Torre Repetto, aun siendo estudiante de medicina fue “reclutado” por la
leva y obligado a prestar servicio como teniente de enfermeros dentro del
ejército improvisado con que los terratenientes yucatecos quisieron enfrentar a
las tropas revolucionarias que desde el norte del país llegaban a Yucatán en
apoyo de sus correligionarios peninsulares.
Viendo el gran peligro que
corría su familia, se embarcó con ella como pudo y ya para finales de 1913 se
radica en los Estados Unidos.
Como todos los emigrantes,
la familia de Don Egidio pasó momentos de incertidumbre y penurias, pero Don
Egidio supo inculcar en sus hijos el amor al trabajo y al estudio, destacándose
varios de ellos en diversos campos.
El pequeño Carlos Torre
Repetto, desde los ocho años pasaba embelesado las tardes jugando ajedrez con
sus hermanos. No por nada Don Egidio amaba al ajedrez e incluso había fundado
un club de ajedrez cuando aún vivían en Mérida y tenía en su poder varios
libros muy destacados, entre ellos uno que le dedicase Manuel Marquez Sterling
Loret de Mola y que le había hecho llegar a través de un familar, Don Carlos
Loret de Mola y Arriandiaga, que llegase a radicar a la capital yucateca en
1902, procedente de La Habana, también refugiado debido a un altercado político
con el Presidente Tomás Estrada Palma.
El libro que más utilizó el
hermano de Carlos, Raúl, para instruirlo en ajedrez, fue adquirido en una
librera de Nueva Orleans y era muy popular en ese entonces, escrito por el
docto ajedrecista James Mason. Pero ya para 1918, el ídolo de Carlitos Torre era
el campeón norteamericano Harry Nelson Pillsbury y de una colección de 120
partidas recolectadas por su hermano Raul, Carlitos se las tuvo que aprender de
memoria, lo mismo las de un pequeño libro en castellano titulado “Medias Horas
de Ajedrez” con Morphy, que un familiar de Carlos Torre Repetto aun conserva en
Tamaulipas con una dedicatoria de su hermano Raúl al niño que ya era un
prodigio.
Otro libro atesorado fue la
colección de Finales de Tattersall, cuyos 1200 finales, también aprendió de
memoria. Eran aquellos tiempos en que en los Estados Unidos existía la
tendencia de memorizar las cosas, y así Carlitos Torre conocía 12 000 palabras
en inglés, casi el doble de las conocidas por los estudiantes norteamericanos
de su misma edad.
El ambiente intelectual
donde creció este talentoso niño era de lo más alto, pues todos sus hermanos
eran universitarios y el padre provenía de una familia de gran tradición de
lucha que se remonta al principal autor de la primera carta magna de México, el
prócer Don Andrés Quintana Roo.
El caso es que habiendo
vencido a todos los que enfrentaba en la casa familiar, algunas amistades
sugerían que llevasen al niño de catorce años a jugar con los ajedrecistas del
Club más prestigioso del sur de Estados Unidos, donde varios potentados que se
habían enriquecido con las ventas de los productos de Lousiana en Europa,
durante la Gran Guerra que estaba por terminar en ese 1918, no escatimaban
aportaciones para atraer a los mejores jugadores de los Estados Unidos a jugar
a su club.
Pero tras que venció Carlos
Torre individualmente a los jugadores mas notables, se organizaron unas
simultaneas donde el niño de 14 años derrotó a 8 veteranos jugadores.
Un nuevo Morphy apareció,
comentaron todos los que vieron la hazaña y le pronosticaron que pronto sería
el jugador más fuerte de Norteamérica, presagio que cumplió Torre antes de
cumplir los 20 años, al ganar, apenas seis años después, el Campeonato Abierto
de los Estados Unidos.
Es curioso que en la primera
publicación donde se menciona Torre lo denominaran Repetto, por su apellido
materno. Pero eso fue debido a que normalmente el apellido paterno aparece en
segundo lugar en Estados Unidos y el materno en primero, pero solo con la
sigla. Es entonces que en lugar de Carlos Torre Repetto, lo anotasen como
Carlos T. Repetto, lo mismo que en papeles de su padre aparece como Egidio T.
Solís.
Muy posteriormente y ya con
fama consolidada tras ganar los más importantes torneos en el sur de Estados
Unidos, la admiración que en algunos miembros del club despertó Torre, hizo que
uno de ellos lo recomendase para que fuese a trabajar a Nueva York con el
editor Herman Helms que publicaba la revista de ajedrez más importante del
país. Ese trabajo facilitaría luego que viajase a Europa donde escribiría páginas
ilustres que le darían fama hasta nuestros días.
El resto de su familia
regresaría a México, pero no a Mérida, donde por muchos años la situación no
era favorable, sino al norte, a Tamaulipas, donde echaron raíces y radica una
parte de la familia por generaciones. Carlos Torre mismo, sólo en su vejez
regresaría a su amada Yucatán, tras vivir en el norte del país con sus
hermanos, pero aquellas glorias en Nueva Orleans aun se consideran las páginas
mas brillantes del ajedrez en Lousiana después de Morphy.