14 sept 2010
Clases de Ajedrez en escuelas privadas y los daños colaterales.
En un torneo abierto que pude presenciar, estuve observando lo que recomendaban en cuestión de libros algunos jugadores que laboran como instructores de ajedrez en escuelas privadas.
Además, de que como averigüe después, cobraban una importante comisión al vendedor de los libros, lo hacían sin ningún conocimiento de causa y a menudo apenas si habían hojeado el libro que recomendaban.
Desgraciadamente algunos colegios reclutan a sus profesores de actividades extracurriculares, como el ajedrez, de una manera aleatoria, sin ningún control de calidad ni averiguar si realmente saben de la materia. Lo que les preocupa es cubrir la petición de los padres y contratan a un pariente o amigo, con que sepan algo nada más sobre lo que van a enseñar. Así hay pésimos profesores de danza, teatro, oratoria, música, pintura y ajedrez.
Generalmente no duran mucho y hay un “reciclaje” constante. Los culpables son los que contratan de esa manera, pues los que aceptan el empleo o lo buscan, son algo responsables también por ofrecer algo para lo que saben no están capacitados, pero estamos muchos entre la estrechez y la vergüenza.
El caso es que muchos niños se desaniman o se desencantan del ajedrez, pues las clases mal dadas suelen ser más aburridas que las que tienen calidad. Así muchos niños potencialmente futuros ajedrecistas, tienen su primer encuentro con el ajedrez por medio de un instructor poco calificado, que no sabe alimentar su afición, y se pierde un buen prospecto.
Pero el colmo es cuando recomiendan libros. Aunque a veces es por ignorancia, pareciera que lo hacen sólo con la intención de obtener la mayor comisión sin pensar en el daño que hacen a un niño al hacerlo que estudie, por ejemplo, una monografía de aperturas, libro diseñado para jugadores de más de 200 de rating y que un pobre niño de 1000 de rating tratará de entender inútilmente, para terminar frustrado y pensando que los libros de ajedrez son horribles.
El vendedor se defiende diciendo que solo oferta buenos libros, aunque si reconoce que serán buenos de acuerdo al nivel de cada jugador. También argumenta que en algunas ocasiones, muy pocas, trata de disuadir al que desea comprar un libro inadecuado para su nivel, pero que tiene un acuerdo para no contradecir al instructor, enfrente de los padres o los niños, que recomienda al pupilo un libro. Dice que después habla en privado con los instructores y les hace sugerencias para que mejoren sus recomendaciones, pero que a veces se enfrenta a la ignorancia o la terquedad de algunos.
En una plática con él, llegamos a la conclusión que de los últimos diez libros que había vendido, sólo uno era adecuado para el comprador, los demás eran libros que en el mejor de los casos eran inútiles para los que los compraron y en el peor de los casos ocasionarían daños colaterales.