Parte I
Se supone que la Federación
Internacional fue formada como una necesidad de que las actividades de ajedrez
en todo el mundo tuvieran una formalidad y una seriedad que le dieran
reconocimiento en la sociedad humana. Haciendo uniforme la manera de jugar ajedrez
en todos los países y lograr así la posibilidad de dar proyección mundial a las
competencias de ajedrez, se reforzaría el reconocimiento de las sociedades de
los países en que ya se respetaba la actividad del ajedrez y se estimularía a
que otras sociedades que aun no reconocían y respetaban la actividad de jugar
ajedrez lo hiciesen.
El ajedrez organizado ya existía,
pero así se le daba una formalidad internacional. Hay que añadir que el ajedrez
fue una de las primeras actividades humanas que no eran económicas y políticas
que se organizaron, muy en base a la idea del deporte que en esos años, por
1924, hace 90 años, se tenía como actividad reglamentada, con repercusión
mundial y de interés para las sociedades de todo el mundo. La actividad física
no era tan ardua como en algunas otras actividades creadas muchos siglos
después que el ajedrez pero inspiradas en las que se realizaban durante los juegos
en honor de los dioses del Olimpo en los años de la Grecia clásica. Como todos
esos juegos, denominados ahora comúnmente deportes, se basaban en acciones
similares a las militares, como lanzamientos de armas, lucha, carreras y
entonces el ajedrez, como un simil de manejo de ejércitos, pronto y de alguna forma , poco a poco se reconoció
como deporte.
Una Federación como la
Internacional de Ajedrez tiene el valor que le den sus usuarios y
participantes. Así las primeras décadas dependieron de lo que los campeones
mundiales reconocidos le reconocían como árbitro adecuado en los encuentros por
campeonatos mundiales. Los jugadores más destacados del mundo, como líderes de
opinión, siempre han ejercido la presión más fuerte sobre el cuerpo directivo
de la FIDE, constituido por dirigentes, organizadores y árbitros de ajedrez,
muchas veces no coincidentes en visión de lo que debe ser el ajedrez, con los
ajedrecistas practicantes. Los organizadores crean las plataformas
indispensables para la práctica del ajedrez que los ajedrecistas requieren,
pero siempre ha habido brechas de incomprensión entre ambos, como sucede en
muchos deportes y a veces en mucho mayor grado que en otros deportes.
Y ya que el ajedrez está en la
frontera de lo que se entiende ampliamente como deporte, por razones
burocráticas y organizacionales ha sido lo más cómodo acomodar al ajedrez en
los deportes y medirlo con el mismo rasero que los demás, aunque en algunos
casos si en algunos países se han apreciado las diferencias.
Ahora bien, en estos días, cuando
se vienen nuevas elecciones, se acusa de que la FIDE no tiene nada que ver con
la gran mayoría, más de 95% , de los eventos internacionales de ajedrez y que
esto es señal de que no cumple la misión por la que fue creada. Se le acusa de
que en lugar de facilitar la plataforma para la práctica organizada del
ajedrez, se convierte a menudo en un obstáculo para tal práctica.
El principal detractor, un
excampeón mundial de ajedrez, que como todos sus antecesores, ha tenido rachas
de total confrontación con FIDE, señala que la mala reputación de los
dirigentes de FIDE imposibilitan que los grandes patrocinadores potenciales
apoyen al ajedrez. En ello coincide el actual campeón mundial Magnus Carlsen
que sigue la huella de todos los anteriores que de alguna manera se confrontan
con la FIDE tras de que ese organismo los reconoce como campeones mundiales.
Seguramente esas afirmaciones
tienen bases sólidas, sino serían fácilmente refutables. Pero, ¿hasta que punto
el ajedrez debe depender de esos grandes patrocinadores? Depende de la visión
que uno tenga sobre lo que debe ser el ajedrez y lo que debe ser la FIDE.
Caben cientos de visiones, pero
en las elecciones de 2014 solo se votará entre dos, lo que ya es un signo de
pobreza alarmante.
Muchos miles de jugadores se han
expresado por un cambio necesario, aunque no coinciden en que tipo de cambio
quieren, simplemente cualquiera. Eso siempre suena sano cuando durante más de
tres lustros la misma nomenclatura ha gobernado FIDE, pero esto solo es en
apariencia, pues la tal nomenclatura ha tenido muchos cambios, aunque se podría
decir que no fundamentales.
Ahora bien, la misma naturaleza
conservadora del ajedrecista, no por nada se es aficionado a practicar un juego
que tiene varios siglos de edad, como que le hace desconfiado de los cambios
totales, esos que parecen como chivos en cristalería. Son más dados a las
evoluciones que a las revoluciones.
Generalmente los ajedrecistas no
siguen en masa a los campeones mundiales, pues se sabe que son geniales, pero
necesariamente anormales, no siguen a las mayorías, son únicos y sencillamente
acostumbrados a ganar, no a dialogar. Sólo a una persona muy singular se le
ocurre hacer de todo para ser campeón mundial, cueste casi lo que cueste.
Los admiramos por sus hazañas,
pero aunque quisiéramos imitarlos no se puede y seguirlos aun menos. Están en
otro nivel.
Cuando se ofrecen en sacrificio,
aun más se les desconfía. ¿Alguien aceptaría con tranquilidad un sacrificio de
Kasparov? Habría que analizar mucho y aún así…
Los que dirigen la FIDE
actualmente son como un grupo muy compacto de organizadores y administradores
del ajedrez, árbitros que tienen por lo general solo una manera de hacer las
cosas, la que consideran correcta ellos.
La lucha de los jugadores más
destacados por negociar mejores “condiciones” de parte de los organizadores es
constante, y a veces parece no muy clara, por lo que la gran masa de jugadores
aficionados como que desconfían de ambos lados de aquellas negociaciones. Unos
piden privilegios y otros las conceden, ambos lados no se ven como muy
equitativos para los que no son ni organizadores ni estrellas. Lo curioso es
que ambos lados piensan que tienen el derecho sobre los privilegios, unos por
sus méritos como jugadores, los otros por sus esfuerzos en gestión y administración
de recursos. Lo malo es la opacidad total.
¿Qué se espera? Las burocracias
sólidas nunca pierden. Como me dijo un arbitro, “los jugadores van y vienen,
los árbitros prevalecemos”. Pero como dicen los jugadores fuertes, “ganamos nuestros
premios en el tablero, no dando caravanas a nadie”. Pero como los jugadores por naturaleza
compiten unos con otros, no hay un sindicato ni nada que los una, pues históricamente
han fallado los intentos de formarlo, los burócratas son la unión internacional
en torno al puesto, podrán seguramente vencer una vez más.
Pero como ahora los jugadores,
algunos, se aliaron con empresarios,
algunos, la confrontación será más complicada.
Pero la burocracia FIDE tiene respaldo en las organizaciones deportivas
de algunos gobiernos que les asustaría que un tipo como Kasparov tenga un foro
para sus exagerados ataques.
Entonces las elecciones las
perderá Kasparov pero en grande, no como Karpov, con paz negociada. Aquí si se
espera una verdadera opera Wagneriana, con lamentos épicos, homéricos y
acusaciones sin fin.
Miles de jugadores y muchas
federaciones de la Europa Occidental harán un verdadero drama que hará
infernales los próximos meses de los vencedores. Será un rio muy revuelto,
donde algunos pizcadores harán su “agosto”.
¿Cómo afecta eso a los jugadores
locales? Pues con ese ruido, como que habrá más foro para el ajedrez, más
eventos fuera de FIDE y la FIDE obligada a hacer más. En general ese tipo de
ruidos genera más interés popular, pero en cambio hará más desconfiados a los
patrocinadores potenciales serios y sobre todo a los gobiernos que gustan de
deportistas disciplinados y obedientes y no de grupos levantiscos.
Se ve mal la cosa si se gana la reelección, pero si
ganase por algún milagro el retador, el asunto podría ser peor, con un ajedrez
estilo McDonald, con organizaciones bien patrocinadas buscando más que aficionados
al ajedrez, clientes del ajedrez. A los
nuevos les exprimirán las bolsas, a los veteranos los tratarán de retirar para
que no divulguen como era la cosa cuando la mayoría de los ajedrecistas eran de
bajos recursos. Será como el tenis, donde cuenta más el poder contratar un
profesional caro para que de clases que el talento. La brecha entre
ajedrecistas nacidos en pañales de seda y los formados en antros será enorme,
como en el golf. Los profesionales pasarán al servicio de particulares, ya no
serán pobresores trabajando para el gobierno. Ya no se sabrá quién es campeón
mundial, sino quien está en la punta del Top Ten, que cambiará tal vez cada
semana. Los torneos por computadora proliferarán y todos tendremos un big
brother en nuestra compu. Algunos ganarán como si fuesen futbolistas y quién
sabe, habrá ligas que hagan subastas de jugadores.
En todo caso, como no podemos
votar, solo podremos protestar, hasta donde la regla mordaza que ya existe en
FIDE lo permita.
Pero yo voy 10 a 5 a favor de
Rusia versus Croacia.