El campeón mundial de ajedrez Alejandro Alekhine fue el
último que tuvo el título antes de que los ajedrecistas soviéticos comenzarán
su hegemonía y se supone que no puede decirse que sea de la escuela soviética,
aunque si de la rusa…
Pero el caso es que Alekhine fue entrenado por entrenadores
soviéticos, si bien antes de que se recibieran su diploma como tales.
Los primeros con los que tomó Alekhine clases que pagaba su
familia para desarrollar el talento del que fuese el futuro campeón mundial,
eventualmente fueron calificados y diplomados como entrenadores en la URSS,
aunque casi una década más tarde.
Alekhine muy joven tuvo como tutores a Fedor Dus Chotmirsky
así como a Benjamin Blumenfeld, quienes fueron pilares en la promoción del
ajedrez en la URSS.
Aunque solo ocho años mayor que el mismo Alekhine, Benjamin
Blumenfeld tuvo una gran influencia sobre Alekhine. El maestro Blumenfeld
estudió profundamente los problemas psicológicos en ajedrez y logró su maestría
en la universidad estatal de la URSS en Psicología gracias a sus estudios al
respecto. Pero en la literatura de ajedrez es más reconocido que en la de
Psicología, a pesar de ser muy elogiado por los grandes especialistas que lo
tuvieron como colaborador, como Ridyakov y Vigotski; además de que Luria
escribió algunas cosas sobre Blumenfeld.
Blumenfeld trabajó con Alekhine principalmente lo que
llamaba: “Ceguera por desatención”. Decía que Alekhine debido a su gran talento
y a la facilidad que tenía para el ajedrez, había caído en el síndrome del
cerebro perezoso.
Nikitin, el formador de Kasparov, comenta en una entrevista
que le sorprendió la manera de actuar de Spassky antes su match con Fischer, en
donde su estrategia de “cabeza clara” enmascaraba la enorme pereza de Spassky,
y pronosticaba hace diez años los problemas que con la edad tendría Spassky,
quien, dos años menor que Nikitin, está muy lejos de tener el estado de salud
del famoso entrenador moscovita. Según Nikitin, nadie ha tenido el talento
natural tan grande de Spassky, pero que cuando dejó de trabajar con el GM Tolush,
militar muy riguroso, definió su destino como un breve campeón mundial.
Blumenfeld y los padres de Alekhine le impusieron ferrea
disciplina, y pasó de ser un aristócrata desordenado a un cadete obediente de
una universidad militarizada y ya para el evento de 1914 estaba ya claro que
sería el mejor jugador de todas las Rusias.
Blumenfeld era un jugador que creía mucho en la importancia
de dominar la táctica y de desarrollar una sensibilidad para percibir las
posibilidades combinatorias; pero el otro mentor contratado por la familia
Alekhine, el maestro Fedor Dus Chotimirsky era un excelente constructor de
posiciones y en lo de tratar de colocar las piezas donde más puedan ejercer
control sobre las casillas débiles del enemigo y como hacer inaccesibles las
propias casillas débiles. Su lema de que una debilidad no es tal si el enemigo
no puede llegar a ella, caracteriza el estilo de Alekhine y el de muchos
jugadores soviéticos, que eran especialistas en jugar a base de las excepciones
de las reglas. La generalización y los patrones o “pryomes” son importantes,
pero se impone siempre la valoración concreta de la posición, por lo que, según
Blumenfeld, hay que tener cuidado con los detalles que el cerebro, por su
construcción especial, a veces tiene ceguera por desatención, y que solo con un
esfuerzo volitivo constante nos obliga a criticar lo que vemos, desconfiar de
que se nos pasa un detalle.
Blumenfeld estudiaba mucho la manera en que los magos
utilizaban la sicología para engañar a la gente en base a los detalles que
pasaban por alto. En ajedrez decía que era notorio que no se podía dominar en
parte por lo defectuoso del cerebro y por la pereza de los ajedrecistas.
Ahora sabemos mucho más del cerebro y sus “bugs” o defectos
que, se comprende ahora, son necesarios para su funcionamiento práctico, donde
el cerebro solo toma una parte de la información y trabaja con ella, con todas
las desventajas, pero es la única manera en que en la práctica puede cumplir
las funciones realmente esenciales para la supervivencia y desarrollo humano.
Pero a Blumenfeld le intrigaba la ilimitada estupidez humana
y los continuos errores que aun las intelectualidades más poderosas cometían.
Alekhine, ocho años menor que Blumenfeld falleció un año
antes que su mentor, y este, al enterarse del fallecimiento de Alekhine, se
lamentaba no haber influido más en la formación del carácter de Alekhine, ya
que parecía que la vida disipada de los últimos años habían causado la muerte a
edad relativamente temprana del campeón. Pero la vida disipada de Alekhine era producto
o más bien respuesta a sus congojas y problemas, lo que a Blumenfeld,
sobreviviente de la segunda guerra y que estuvo muchas veces en los frentes de
más riesgo, sabiendo que si caía prisionero de los nazis le costaría la vida
por ser judío, le parecía extraño, pues el mantuvo siempre su modo de ser
disciplinado a pesar de la congoja causada por la muerte de muchísimos seres
queridos.