La palabra evaluación parece
tener cierto peso negativo para algunas personas. Es como aquel sentimiento de
temor cuando llega un telegrama. Uno siente que llegarán malas noticias.
A muchos desagrada hacerse
un examen médico periódicamente por tener miedo a que le den un resultado que
implique algo dramático.
En el plano laboral una
evaluación es sinónimo, para algunos, a un recorte de personal.
El caso es que en el mundo
sólo hay una constante: el cambio. Las circunstancias varían y aunque en
esencia los principios son inmutables, ni ellos mismos se mantendrán iguales
día con día y menos los seres humanos, afortunadamente, se mantienen en una
misma situación a todos los niveles, físicos, mentales, emocionales y morales.
Por eso en la vida hay que
estarse constantemente reinventando, siendo proactivo y no simplemente
reactivo.
El ajedrez de torneo es
sumamente competitivo y requiere que cada partida mejoremos nuestra manera de
razonar, principal herramienta que tenemos para jugar ajedrez; y debemos
hacerlo al máximo posible, ya que la gran mayoría de nuestros competidores se
esfuerzan todo lo que pueden para superarse y vencernos.
La evaluación constante, el
monitoreo de nuestras condiciones y recursos técnicos, físicos y volitivos, es
de una importancia enorme para saber si los esfuerzos que hacemos para cambiar
y superarnos están teniendo buenos resultados y así tomar las medidas adecuadas
para lograr más con nuestros empeños.
La evaluación requiere ante
todo ser objetiva; no podemos caer en la trampa que los políticos crean al
hacer públicas evaluaciones falsas para disfrazar cuando sus errores hacen que
un país se caiga a pedazos y tratan de engañar a sus votantes o simplemente mitigar
la avalancha de protestas que parecen ser el común denominador de una sociedad
que ya no puede aguantar tanto engaño y simulación.
Todo el entorno
ajedrecístico debiera ser evaluado, desde los ámbitos y el personal que se
ocupa en nuestros torneos, que difícilmente lograría una calificación
aprobatoria en comunidades donde no abunda la familiaridad acrítica que es el
mal del gremio mexicano del ajedrez.
Inevitablemente se llegará a
tal descenso que ni esa familiaridad acrítica pasará por alto y, de acuerdo a
la teoría de la rueda cuadrada, habrá cambios bruscos.
Pero en lo que toca a la
evaluación interna, esta depende totalmente de nuestra decisión y de que
tengamos el valor de emprenderla. Cada partida, cada jugada, debiera ser una
llamada de atención de que debemos orientar nuestros esfuerzos y recursos de la
mejor manera para ser un ajedrecista de mayor nivel cada vez.
En el ajedrez estamos
poniéndonos a prueba a cada momento, ese es el principal valor de su práctica
organizada. Pero si no registramos lo que pasa, si no llevamos a cabo una
bitácora de torneo, si no analizamos nuestras experiencias y sacamos
conclusiones de lo que cada partida nos dejó en enseñanza, la experiencia nos
dejará menos y será más difícil aprovecharla para el cambio de conducta que
determina nuestra superación en los futuros desempeños.
No basta prepararse antes de
la partida, no es suficiente esforzarse mucho al jugarla, es igual de
importante lo que se haga después de la partida. La memoria de nuestra
experiencia, el cuidadosamente separar cada parte de la partida, cada jugada,
analizarla, sintetizarla y de ahí extraer lo esencial y registrar todo con
cuidado, es lo que construirá la intuición necesaria para tener la guía
poderosa que nos dé luz en las complicaciones de la próxima partida y podamos
efectuar lo anhelado por todo ajedrecista: la mejor jugada.
Como formular bien la
pregunta es al menos tan importante como la respuesta, la evaluación, el
diagnóstico es al menos tan importante como la receta que logrará nuestro cambio.
La hoja clínica, el
expediente de cada alumno es para un maestro tan importante como el diseño de
la clase, la reunión de las posiciones con que ejemplificará los conceptos a
transmitir y la elección de los ejercicios para la práctica deliberada que corregirá
un defecto del pupilo o reforzará un conocimiento o habilidad.
En cada jugada evaluamos en
el ajedrez, así en la vida, evaluar es indispensable para tomar decisiones.
Somos un homo “evaluante”, con ese neologismo quiero decir que una herramienta
que nos debe acompañar es nuestro conjunto de mediciones que permita que a cada
acción futura podamos medir y valorar sus consecuencias, que a cada situación
presente la midamos al detalle para plantear con precisión que tareas tenemos
por delante y que opciones para realizarlas tenemos.
Aunque he tenido que reducir
mis escritos en este blog, he aumentado mi trabajo para escribir manuales y
libros para “el ajedrecista descalzo”, que traten con amplitud temas un poco
relegados por no ser tan mediáticos y espectaculares como los usuales en la
mercadotecnia bibliográfica de ajedrez, pero que son fundamentales para el real
desarrollo humano del ajedrecista que quiere ponerse al 100 y hacer más por él
sin tener que gastar más.
Paciencia por ello pido a
los seguidores del blog y a los interesados en los libros anunciados. La cosa
es lenta, pero el tiempo no respeta lo que se hace sin tomarlo en cuenta.
Además se me atravesó la fiesta de San Fermín y… hontan otoi.