A las 13.30 hora de Belgrado, falleció el GM Svetozar
Gligoric este 14 de agosto de 2012 a los 89 años.
Muchos ajedrecistas veían en la Unión Soviética como la
principal potencia de ajedrez del mundo; pero al pensar en la segunda, la
mayoría coincidían en que era Yugoslavia, y al pensar en ajedrez de Yugoslavia,
pensábamos muchos en Svetozar Gligoric. Era como el “Botvinnik” de Yugoslavia.
No por nada esa asociación mental se daba, ya que Yugoslavia
en las Olimpiadas Mundiales de Ajedrez obtuvo en muchas ocasiones el segundo
lugar detrás de la URSS, y el primero en dos ocasiones cuando la URSS aún no
competía en ese evento. Gligoric ganó para su país 13 medallas en las
Olimpíadas, dos de oro, seis de plata y cinco de bronce. Campeón Nacional en 12
ocasiones, prácticamente como jugador logró durante décadas ser de los mejores
del mundo y fue tres veces candidato al campeonato mundial (uno de los ocho
finalistas retadores, por lo general), en 1953, 1959 y 1968. De 1950 a 1985 era
un protagonista imprescindible en los grandes torneos internacionales.
Cuando escribe, uno debe dar testimonios de su tiempo y toca
hablar de lo que uno fue testigo y en esa línea tendría que decir que conocí al
GM Gligoric en 1966, en La Habana, durante la XVII Olimpíada Mundial de
Ajedrez, pero apenas si lo salude y acerté a pedir me autografiase una foto. Tenía yo 13 años y si no fuera por el maestro
Joaquín Camarena, aficionado a la fotografía y miembro del equipo mexicano no
tendría yo nada de esa ocasión. Pero ocho años más tarde, en Niza 1974 pude
acercarme a él, teniendo como escenario el Palacio del Mariscal Massena, ya
pude conversar ampliamente sobre un tema en que fue gran protagonista Gligoric:
el reconocimiento de Carlos Torre Repetto, para que lograse el título de Gran
Maestro Internacional por sus logros en los Torneos Internacionales de Baden
Baden, Marienbad y Moscú de 1925. Puede decirse que el autor intelectual y
ejecutor de que el GM Carlos Torre logrará su reconocimiento por la FIDE fue el
GM Svetozar Gligoric.
Hablar de todo lo que aportó en enseñanzas para varias
generaciones de ajedrecistas que leíamos la Revista Jaque Mate de Cuba o el
Chess Review y el Chess Life de los Estados Unidos donde mes a mes se
publicaban los excelsos artículos de Gligoric, conocidos principalmente con el
título “La Partida del Mes”, será acotación repetida por muchos, pero para los
mexicanos su atención con Carlos Torre, con el que mantuvo correspondencia por
años, como él mismo Gligoric hace referencia en sus artículos, nos hace tener
una deuda de gratitud con Gligoric.
Gligoric deseaba visitar México en 1972, cuando se
encontraba en San Antonio y sabía que Larsen, Hort, Keres, Karpov y Suttles
eran invitados a un festival de ajedrez a México, pero un mal manejo de la
gestión migratoria fue el obstáculo para que los mexicanos tuvieran el honor de
recibir a Gligoric en la Ciudad de los Palacios.
Visitante asiduo de los torneos Capablanca in Memoriam en La
Habana, muchos aficionados pudimos conversar y agasajarnos con su bonhomía en
el salón de embajadores del Hotel Habana Libre, donde su hablar sencillo y
fácil vencía cualquier barrera generacional o de nivel ajedrecístico.
Sus relatos sobre la lucha libertaria de los yugoslavos
contra la ocupación nazí en particular me llamaron mucho la atención, pues él
muy joven tuvo que arriesgar la vida por una libertad y una unión de los
pueblos balcánicos que se desmoronaría cuando ya el era casi septuagenario y
que ya no podría ser instrumento activo lo desesperaba. Hubo una vez, en
Ginebra en 1998, que se pudiera adivinar unas lágrimas reprimidas cuando platicábamos
sobre el Torneo de Zagreb de 1970 y recordó que varios de las personas con que trató
en esa época habían sido víctimas de las guerras étnicas y religiosas al
pulverizarse, virtual y prácticamente, Yugoslavia al morir Tito.
Gligoric decía tener gran aprecio por tres jugadores
mexicanos, Carlos Torre, por supuesto, Raúl Reza Delón y el Coronel José
Joaquin Araíza. De Cuba decía que tenía una lista tan larga de amigos que
habría que tomarle una media hora nombrarlos. Parecía conocerlos todos. Además
había charlado con los personajes más destacados de la política cubana de la segunda
mitad del siglo XX.
Una vez me pidió que si pudiera conseguirle discos de
Brindis de Salas y el libro de Carpentier sobre la Historia de la Música en
Cuba. Decía que el Maestro Internacional
Jiménez había sido muy amable en ese tipo de tareas, pero ya, desde 1984, había
perdido contacto con él, primero por su enfermedad y luego por su lamentable
deceso.
En 2002 José Luis Barreras decía que para el aniversario 40
del Capablanca trató de invitar a Gligoric, pero que no hubo forma, pues
Gligoric ya no hacía viajes largos por su edad.
No se si esa fue la razón, pero el caso es que Gligoric hasta 2011 fue
invitado de honor en muchos torneos y muchos festejamos su vitalidad creativa
al dedicarse a componer música en sus últimos años.
Uno de los libros de ajedrez más vendidos en México fue el
de Gligoric sobre el match de Fischer contra Spassky, según se dice se
vendieron 22 mil ejemplares, record para una publicación de ajedrez efectuada
en México, pero nada comparado con los 150 mil ejemplares que se vendieron en
idioma español y más de 470 mil en todo el mundo.
No hace más de un mes que logré conseguir un libro en alemán
de Siciliana escrito en los años setentas del siglo XX y ahora me enteró de la
triste noticia de su fallecimiento.
De Gligoric no se puede escribir con el límite natural de un
artículo y esperar hacerle mediana justicia. Hay tanto que decir y recordar. En el Continente de la Historia del ajedrez,
un espacio muy importante lo ocupa Gligoric. Mucho, seguramente, se escribirá
sobre de él por tantos ajedrecistas afortunados que lo conocimos en sus más de
50 años de carrera internacional de ajedrez. Recordar a Svetozar Gligoric
siempre será un gusto que hace sonreír al recuerdo. Vida larga y fructífera, de
mentor y guía, de riqueza fecunda y de alabanza al arte nuestro del ajedrez.