26 ene 2014

El Aduanero Rousseau y los grandes desconocidos.




Por finalizar el año se presentó en México la exposición de una selección de 30 obras de importantes artistas del impresionismo y el movimiento moderno en Francia con el evento de Obras Maestras del Musée de l’Orangerie en el museo Dolores Olmedo.
Asistí muy bien acompañado a ver las obras, y a ambos en particular nos gustó la obra de Henri Rousseau, el llamado Aduanero, que ya había yo visto en un sello postal y que ahora pude contemplar en “vivo”, por así decirlo.

Rousseau, hombre humilde, supuestamente soldado en las tropas de Napoleón III que invadieron México, asombró a la crítica cuando el polaco Guillaume Apollinaire, el poeta favorito en ese tiempo de Paris, lo descubrió. El aduanero no tenía formación oficial artística, un autodidacta, pero como decía Alfonso Reyes, el genio no se legisla.
Reyes decía que había quienes doblaban el Cabo de la Buena Esperanza de los cuarenta años sin ser descubiertos, citando los casos del pintor mexicano Hermenegildo Bustos y el escritor Mariano Azuela.  Por cierto Don Alfonso remarca que Bustos firmaba sus cuadros con la misma leyenda de Van Eyck: “¡A ver si puedo!
En alguna crítica leí que el entrenador y maestro internacional Shasha Shashin era un desconocido incluso en Rusia. Lo que está muy lejos de la verdad, pues ha entrenado a varios campeones de Europa y como jugador estuvo a punto de derrotar a Korchnoi y es sabido que el gran Victor deseaba fuera su entrenador allá por 1976, poco antes de que se exiliase de la URSS. Pero si así fuera, y fuera un soldado desconocido del ajedrez, sería más bien culpa de los que debieran acopiar el acervo de las conquistas humanas para ser transmitidas y se integre así la cultura.
Shashin publicó sus trabajos en artículos de la principal revista de ajedrez de San Petersburgo, pero como el idioma ruso solo es leído por una veintena de millones de ajedrecistas en el mundo y en cambio es intransitable para muchos comentaristas de habla castellana que se insinúan en la sociedad como referencia, se les comprende que lo desconozcan. Sin formación específica en ajedrez, seguramente corren el riesgo de descubrir por su cuenta la América del ajedrez si no cuentan con las genialidades de los grandes autodidactas como el Aduanero, Azuela o Bustos.
La sólida formación científica de Shashin y sus reconocidos títulos internacionales debieran garantizar, sin contar su experiencia de 30 años como entrenador y una decena de titulados internacionales de alumnos, que se le respetase y se le tomase en serio. Tal vez su libro no tenga la altura del Telémaco de Fenelón para preparar a un Duque de Borgoña para gobernar, ni sea una Historia de los Savarambios de Vairasse, pero para muchos puede ser una aportación sincera que emocione como los cuadros sencillos del Aduanero, que, al calor de una palma amada, alegre el corazón ante una luz de una manera fresca de pensar.